Texto: Beatriz Eloísa Muglia
Lectura: Lucila Rolón
Ilustración: Klausen
La esposa del Doctor es una señora muy ella. Muy ella, se entiende. Nosotros la tratamos lo menos posible. Si ella está arriba, nosotros, abajo. Si baja, subimos. Baja y pasa el dedo por el mueble, a ver si la franela hizo su trabajo. Sale y nos sentamos en el sillón a descansar. ¡Si se entera! Nos saca de patitas en la calle, así nos saca. Pero el Doctor no. A veces llega y estamos así, sentados. Nos saluda y nos hace un chiste.
¡Pobre, el Doctor!
Le hacemos un cafecito y él lo toma. No nos da las gracias, porque no es de él fijarse en esas cosas, así chiquitas, como el café. Está ocupado con cosas grandes, de Doctor. Nosotros estamos para servirle, y un cafecito es una cosa de nada, como nosotros.
Después nos vamos hasta mañana. En la bicicleta cuesta arriba y nos duele la espalda. En casa todos se dan cuenta de nuestra presencia y nos piden cosas. Lavamos y cocinamos hasta las doce de la noche. Llega el hombre y le servimos. Él también está cansado. Pero otro cansancio. Un cansancio distinto, más de acá. Más como nuestro. El hombre se sienta y mira televisión y no le hacemos el cafecito. El café es para el Doctor. Él toma su vino. Le damos la caja y el vaso, que se sirva él solo. Después del vino la cosa no le funciona y se enoja con nosotros en la cama. Los calzones del hombre apestan a que no le funciona la cosa en la cama. Se los lavamos con toda la demás ropa y guardamos en el cajón. A veces se los pone sucios, no le importa.
Al Doctor los calzones se los lavamos por separado, con jabón especial para ropa delicada. Son calzones negros y serios. Huelen a trabajo importante y que la cosa sí funciona. Pero no con la señora, porque nos lo dicen las sábanas. Nos alegramos porque ella no se lo merece. Nos guardamos un calzón sin lavar en el bolsillo del delantal, para después.
La señora baja y pasa el dedo por el mueble. Nosotros la vemos pasar el dedo por el mueble, y subimos arriba, a limpiar. No nos importa porque tocamos el calzón del bolsillo del delantal. Está tibio de nuestro cuerpo y del cuerpo del Doctor.