En la ruta chocó un camión de la Coca Cola. Parece que se la dio de frente y volcó. Ahí las viejas le dicen al de Crónica que por esquivar un bondi se comió una motito y se le dio vuelta todo. Justo a la altura de la Sagrada. Se matan de todos los ranchos. Van y vienen llevando lo que se puede. Sacó el celular. Modo cámara. Click. La suegra del Nelson, renga de mierda, con el pack de las de dos litros parece que caminara lo más bien. Click. La cara del chofer. Al principio se calentaba pero ya no le importa. El cana hace que anota mientras vigila cuántas se lleva la paraguaya del kiosco. Click. Nada más que rayitas, hace que escribe el puto. Pasa el Mauro y la Inesita. Llevan una lona de rayas, algún toldo que habría tirado por ahí. Uno de cada lado lo agarran como pueden. Llevan bocha de cosas. Coca, Fanta y cartones de vino. Click. Pasan y no sé, parece que me miran. –El sábado cumple un año el Kevin –se justifica ella con cada uno que se cruza. Desde que tengo teléfono que saca fotos me agarró como el vicio. Apunto y le saco a todo. Me lo dio el Ventana, me debía unos mangos y de algún lado se lo choreó. Está bueno, desde acá veo todo, nadie me jode. Apunto y ¡click! Ahí viene el Pastor, a éste lo llevo piola. Lo pesqué varias veces conversando de cerquita con la Gladys. Una vez, después que la piba había repartido la cocoa a los pendejos, cuando volvía para la cocina de la Iglesia con la jarra vacía el muy pija le cerró el paso. Le cruzó el brazo y apoyó la mano en la pared. Ella se frenó en seco, lo miró un poquito y bajó la vista haciéndose la tímida. Él le decía cosas, cada vez más bajito y de más cerca, ya le comía la oreja cuando se dio cuenta que yo estaba mirando. Lástima que todavía no tenía el celular con cámara, estaba bueno para escracharlo. En cuanto me vio hizo esa cosa con la mano; la señal de la cruz, se besó los dedos y se fue para adentro. La Gladys juntó la jarra que se le había caído y sin mirarme rajó para el otro lado. Al Pastor le quedó la costumbre, cada vez que me lo cruzo en algún lado, antes de saludarme hace la cosita: en el nombre del Padre y del Hijo, ¿no ves? Ahí va de nuevo. Me mira y ¡zas! Se clava una señal de la cruz. Cayó otro patrullero, el del Gastón. A ese pibe le falla, puso un pie en la calle y ya sacó la nueve. Click. Me mira. Me queda mirando como con asco. Se habrá dado cuenta que lo emboqué. Me hago el boludo y escondo el aparatito. Pero me vio, se hace el distraído y me mira la mano. Yo escondo, no llego a meterlo en el bolsillo pero lo mando para atrás de la pierna. Él lo ve. Da la vuelta y me va a meter el manotazo, sabe que no puedo decir nada. Ahí salta el gordo, el otro cana –Guardá eso, boludo. A ver si todavía se te escapa un tiro. Volá de acá que está todo bajo control. Volvete a la comisaría. El Gastón me mira con bronca. Yo creo que me le río, pero con la cara dura. Por ahí es sólo la sensación y no me río nada. El cana gordo me mira con desconfianza. De arriba a abajo me mira. Mira el bolso y ahí me acuerdo. El bolso en el piso. Me entretuve boludeando y tenía que llevarle el bolso al Ruso. Agarro las manijas y el rati se ríe. El muy puto me pescó. Viene despacito y se agacha sin dejar de mirarme. Abre el cierre, todavía me mira, mete la mano y se le desfigura la cara. Cagué. Rápido cierra, se levanta y se lo lleva. Empuja al de Crónica. –Listo, muchachos, ya filmaron bastante, no hay más nada para ver –los echa y los tipos quedan protestando. Se llevó el bolso. El Ruso me liquida, me tengo que ir a la mierda. El cana tira el bolso en el patrullero y llama por teléfono. –Voy para la comisaría, entonces –dice. –Está bien… lo espero acá mejor… sí, ya los rajé, están juntando el cablerío y se van. Okey, lo espero, comisario –y corta. Me mira y yo me doy cuenta que tengo que desaparecer. En eso estoy cuando llega el Ruso. También me mira, no me dice nada, se me debe notar en la cara. No ve el bolso. La trucha se le pone roja, da la vuelta y lo ve al gordo, al rati. Y ve las manijas de un bolso que asoman por abajo de la puerta de la patrulla. Ja, hay que ver el cagazo del yuta. Click. Con esta me voy a reír un rato. Lo mira y enfila. El Ruso se abre paso entre la gente. Sigue el quilombo de botellas que van y vienen, y el Ruso encara. El cana está verde, traga saliva. Click. Levanta la mano el yuta retrocede hasta que queda contra el auto. El Ruso parece que se va a reír pero ahí, justo ahí llega derrapando el auto del comisario. Frena con ruido y lo deja justito al lado del patrullero. Se baja despacio. Vino con el auto de él. –¿Cómo le va, Ruso? ¿Qué anda haciendo por acá?. –Nada, comisario. Curioseando, viendo si se puede dar una mano –miente con la cara desfigurada. El comisario me mira y yo trato de no mirar. –Gracias, Ruso. No se caliente, esto es cosa de todos los días, usted vio como vienen por la ruta. Estamos acostumbrados. –Bueno, si precisa algo me avisa –dice el Ruso empezando a irse. El comisario me mira y me señala. –¿Al pibe ése lo conoce? –Yo bajo la vista, quiero desaparecer. –No, no lo conozco –miente de nuevo–. Bah, sí, de acá, del barrio. Es el hijo de la peluquera, de doña Nelly, ¿no? –Si, el hijo de la Nelly… vaya tranquilo, cualquier cosa le aviso. Gracias. El comisario mira al otro cana y con las cejas le indica la puerta. El gordo corre y esconde bien las manijas. Entonces le dice algo al oído. El rati abre el baúl y viene con el altavoz. Al comisario le encanta usar el cosito ése. Que se acabó, que ya fue suficiente. Cada uno para su casa, dice. La Inesita se consiguió un chango del Coto y lo tiene medio lleno. Mete dos o tres botellas más y se raja. –El sábado cumple un año el Kevin –dice cuando pasa al lado del comisario. Suena una sirena. El gordo hace ademanes y despeja. Yo me quedo quieto, no me puedo mover, las piernas no me responden del cagazo. La ambulancia me frena ahí, al ladito. Casi me lleva puesto. Desde allá veo que llega mi vieja. El comisario me vuelve a mirar como con bronca, de arriba a abajo. Se fija en el celular. En cuanto me deja de mirar trato de esconderlo. Después camina y encara a mi vieja. Le dice algo al oído. Los de la ambulancia abren atrás y gritan que despejen. Yo me quiero correr para no estorbar, pero no hay sitio. El gordo, el cana, no deja de mirarme. Pone cara de bronca, cómo me gustaría cagarlo a trompadas, por ahí un día le digo al Ruso, pero primero tengo que recuperar el bolso, si no al que van a cagar a trompadas va a ser a mí. El milico se aleja del patrullero, va hacia el comisario, es mi oportunidad. Pero no. Ahora se vuelven los tres, el rati, el comisario y mi vieja. Vienen para acá. El comisario le sigue diciendo algo en voz baja. Ella está rara. Se dieron cuenta de todo, seguro que se dieron cuenta y le alcahuetearon a mi vieja. Está que explota, se le nota en la cara. Aunque no parece cara de enojo. Me desespero. Me pone loco no entender qué pasa. Ella se acerca y me mira. Ahora me doy cuenta. Hace que sí con la cabeza, despacito. Veo que está llorando. Eso veo, eso y la moto hecha mierda. Justo antes de que me suban el cierre de la bolsa lo veo. Después ya no veo más nada.